Telegrama, no tuit
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Resulta curioso observar cómo en las competiciones deportivas, cuando no existen vínculos con los contendientes, la simpatía del público suele inclinarse siempre no hacia el que mejor juega sino hacia el más débil, el que tiene más posibilidades de perder. Entre el placer, lo bien hecho, y lo imprevisible, la sorpresa, siempre optamos por lo segundo.