Telegrama, no tuit
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Curiosamente hay algo molesto en ciertas personas y, por extensión, en ciertos arquitectos. Que nunca te mientan, que siempre sean honestos. Que se engañen a sí mismos.
Desgraciadamente no nos es dado decir algo que merezca la pena sin hablar mal de nosotros mismos.
Aun siendo posiblemente la persona de más talento con la que haya mantenido un trato cercano, resulta curioso que probablemente el único legado que me haya transmitido, a pesar de sus numerosas virtudes, que todo el mundo se encarga de señalar, y sus no menos visibles vicios, que sin embargo todos callan, sea mi aversión por los pelos que, cuando peroraba, asomaban por los orificios su nariz.
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