Telegrama, no tuit
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Proclaman que el turismo es un mal, que destruye la naturaleza de los barrios. Prescindiendo del efecto pernicioso, palpable, que la presión mercantil puede generar, expulsando a las clases más modestas de su lugar de origen, eso demuestra cuál es el punto de vista de muchos. Cualquier cosa que insufle vida, que favorezca la diversidad, que quiebre el lenguaje dominante de lo autóctono, siempre ansioso por imponer su perspectiva, se entiende como amenaza. Nada raro entre quienes consideran el conflicto como signo de decadencia no de vitalidad, no de vida. Entre quienes sólo habitan en remansos.