Telegrama, no tuit
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Obligados a anunciar una vez al mes a una persona desconocida la muerte de alguien cercano, no evitaremos contagiarnos con sus emociones, deprimirnos al menos mínimamente. Obligados a anunciar veinte veces al día, cinco días a la semana, sin descanso, a personas desconocidas la muerte de un ser próximo, la rutina del proceso nos volverá muy probablemente inmunes a cualquier tipo de empatía.