Fernando Iraburu . Yago Vaillo . Marta Ayesa
El compromiso con la realidad que nos envuelve, de los llenos y de los vacíos, del hábitat cerrado y del hábitat abierto y la necesidad de dar respuesta a las interacciones entre el hombre y el paisaje son la esencia de la arquitectura planteada en este proyecto situado en El Parque Natural y Reserva de la Biosfera de Bardenas Reales que se encuentra localizado en el SE de Navarra, España, en el centro de la depresión del Valle del Ebro, con una superficie de 41.845 hectáreas.
El espacio se plantea como un proyecto narrativo, más próximo a la disciplina cinematográfica que a los convencionales esquemas de centros de interpretación, el paisaje habitado no es una edificación, es una reflexión acerca del entorno natural que lo envuelve, no es una construcción, es un territorio mental recorrible planteado desde el respeto a al entorno. Con una manifiesta relación entre; paisaje, usuario y actuación. Generando así una línea de sombra, una penumbra en el desierto, que nos permite contemplar el paisaje desde otros puntos de vista antes imperceptibles. Proponiendo un basamento que actúa a modo de mirador panorámico, tratando comprender el pasado y reinterpretarlo a su manera. Proceso que va desde los ganaderos ovinos, la trashumancia y sus rutas, hasta la investigación, conservación, divulgación y puesta en valor del lugar.
El proyecto se lleva a cabo con un plano de hormigón evocando al infinito, sumergido en una de las depresiones que propone el propio paisaje, siendo este el condicionante del proyecto, se localizarán los usos al resguardo de la sombra proporcionada. Creando así, una línea de sombra en el desierto. Quedando todas las vistas incólumes.
Barrancos y grietas
El terreno característico del lugar es el que propone la arquitectura, sus numerosos barrancos y grietas propician el enclave idóneo.
Se aprovecha una depresión para situar el centro de interpretación de Las Bardenas Reales. Es el entorno natural el que impone sus normas y no al contrario, arquitectura hecha paisaje.
100 metros en penumbra
Un espacio a la sombra es el elemento evocador del planteamiento. Un lugar de receso y contemplación del entorno y que lo potencie. El paisaje como protagonista y nosotros simples admiradores.
Un habitante incierto
Dos muros que filtran el espacio discurren paralelos a lo largo del edificio, son portantes y distribuidores, delimitan las diferentes estancias sin crear barreras físicas, planteándose un recorrido de penumbra y visuales inadvertidas.
Un invitado inesperado
Por último, un plano de hormigón de 30 centímetros.
Bastan 30 centímetros de este material pigmentado con la arenisca de su entorno para crear un manto que delimita los confines de la construcción planteada. Un mirador y un refugio, una línea de sombra en el desierto que da la bienvenida al viajero extraviado.
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Un habitante incierto
Centro de interpretación de la naturaleza en Las Bardenas Reales de Navarra