Pezo von Ellrichshausen . photos: © Pezo von Ellrichshausen
From all the possible landscapes, the one we see everyday is the one that disappears the most. Not so long ago, we traced the silhouette of a cloud onto one of the windows of our tower. The glass extended its functions with this drawing: besides unsuccessfully trying to be invisible to allow us to see beyond and of prodigiously trying to be a mirror to show ourselves in its reflection, that continuous line was enough to turn the crystal into a canvas. With the figure of the cloud barely finished, natural as it is, its form and position had already changed and, in a moment, it had evaporated against the horizon. The second cloud, the drawn one, now vaguely reminded us of the first one. With rather weak steel bars, precariously elevated on top of a ladder, we built a third cloud that, in its modesty, certainly exceeds the previous two. Between innocence and destiny, now the figure is filled in with a rare sky, rotating over itself, left to the fate of the wind or to that of a few pilgrims.
_
Project: Vela
Author: Pezo von Ellrichshausen (Mauricio Pezo & Sofía von Ellrichshausen)
Collaborators: Diego Pérez, Thomas Sommerauer, Beatrice Pedrotti, Shota Nemoto, Wiktor Gago, Teresa Freire
Client: FADEU Work in Progress PUC
Location: Casona Lo Contador, Providencia, Santiago
Material: Painted steel
Size: 150 x 150 x 1050 cm
Year: 2017
Photography: © Pezo von Ellrichshausen
De todos los paisajes posibles, el que uno ve todos los días es el que más desaparece. Hace algún tiempo, trazamos la silueta de una nube sobre una de las ventanas de nuestra torre. El vidrio extendía sus funciones con el dibujo: además de tratar infructuosamente de ser invisible para dejarnos ver más allá y de tratar prodigiosamente de ser un espejo para mostrarnos reflejados, esa línea continua sería suficiente para hacer una tela del cristal. Una vez terminada la figura de la nube, como es natural, su forma y posición eran otras y, al poco rato, ya se había evaporado contra el horizonte. La segunda nube, la dibujada, ahora nos recordaba vagamente la primera. Con unos fierros enclenques, apenas encumbrada sobre una escalera, construimos una tercera nube que, en su modestia, sin duda supera las dos anteriores. Entre inocencia y designio, ahora la figura se llena con un cielo enrarecido, girando sobre sí misma, a la suerte del viento o de unos pocos peregrinos.