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The port of Alicante has been advancing towards the sea through successive expansions, from the two simple breakwaters to the large operational docks. Today, these uses are being freed up, presenting a great opportunity for the city to reclaim them as its own. In this privileged spot, we believe that it should not be the urban fabric that extends towards the sea, but rather the other way around, with the sea, with its vitality, encouraging the encounter.
The sea is understood in a broad sense: as the gateway to Alicante, as a reflection, as a means and way of life that has shaped the city, but also as a horizon and a border. The proposal embrace us through a narrative of the sea’s memory, seeking in its language, full of vibration and change, the sound of the wind, the reflections of light, the sails, the horizon, and the daring towards a world that is not stable but much lighter than solid ground.
Thus, the building evokes many things, without ever being any of them. It is not about seeking a form, but about capturing a blurry memory. We could say, without ever being exact, that the building unfolds, seen from the sea, like a schooner with overlapping sails, or, as you turn towards the east, the crests of the Latin sail of the ancient “llaüts” appear, or from the north, looking from the city to the sea, it is discovered as a large awning to shield from the sun.
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EL RECUERDO DEL MAR El puerto de Alicante ha ido avanzando hacia el mar en sucesivas ampliaciones, desde los dos simples diques de resguardo a los grandes muelles de operaciones. Hoy, estos usos tan pesados se liberan, y parece una gran oportunidad que la ciudad los recupere como suyos. En este enclave privilegiado creemos que no debe ser la trama urbana la que se extienda hacia el mar, si no al revés, el mar, desde su viveza quien aliente el encuentro. El mar entendido de forma amplia: Como puerta de Alicante, como reflejo, como medio y forma de vida que ha moldeado la ciudad, pero también como horizonte y frontera. La propuesta nos envuelve a través de una narración de la memoria del mar, busca en su lenguaje, lleno de vibración y de cambio, el sonido del viento, los reflejos de luz, las velas, el horizonte y el atrevimiento hacia un mundo que no es estable si no mucho más ligero que la tierra firme. Así, el edificio recuerda muchas cosas, sin ser nunca ninguna de ellas. No se trata de buscar una forma, si no de capturar un recuerdo de forma borrosa. Podríamos decir, sin ser nunca exactos, que el edificio se despliega, visto desde el mar, como una goleta con las velas superpuestas, o, como al girar por levante, aparecen las crestas de vela latina de los antiguos “llaüts”, o desde el norte, mirando de la ciudad al mar, se descubre como un gran entoldado para cubrirse del sol. El edificio cambia en el movimiento. Hecha esta confesión de como el mar ha ido absorbiendo y calando en la propuesta, queda aclarar que ésta no es un escenario de evocación vacío, si no, al contrario, se ha desarrollado desde el rigor de la disciplina y sus materiales más clásicos: El pódium, el horizonte y la luz: PÓDIUM Todo muelle es un gran tablero donde se colocan las piezas: grúas, terminales, “containers”… Aquí el muelle pierde esta condición de tablero para elevarse como una plataforma. Se trata de un zócalo sólido, hecho de hormigón, que se asemeja al lenguaje duro de los diques frente al mar. Su exterior estriado esconde franjas por donde entra la luz tamizada y el olor a mar, sólo a veces se abre en grandes ventanales abiertos las vistas escogidas. El zócalo absorbe la mayor parte del programa buscando la mayor funcionalidad, y el doble encaje funcional que se requiere, el del usuario como público y el del profesional. El pódium se ha diseñado en un orden estricto, a franjas, pautado a través de su estructura: Desde el sistema reticular de pilotaje, al dimensionado de las plazas de parking o el encaje de los auditorios. HORIZONTE Mar y horizonte bien podrían ser sinónimos y así lo entendemos. La plaza pública que se asienta sobre el pódium busca y se abre expresamente a dicha horizontalidad extensa. Es un espacio que busca la apertura gracias a la extensión de los porches y al acristalamiento de su interior. Nada quiere cerrarse, al contrario, busca recorrerse desde un perímetro abierto y fluido. Es, por tanto, un mirador al mar, pero también al propio puerto, a la ciudad de Alicante, y al monte Benacantil, que se recortará nítido como un gran referente. LUZ En esa mirada limpia al horizonte, uno puede imaginarse el instinto de llevarse la mano en forma de visera para protegerse de la luz del sol. La mano crea una sombra para ver más allá. Así se entienden las 5 “velas” que se extienden paralelas sobre esta mirada horizontal formando la cubierta. Son un mecanismo para controlar la luz que nos resguarda de la luz de sur, y a cambio nos regala la luz estable del norte que contrastará con la viveza del mar, hecho de brillos. Si en los barcos las velas recogen el viento para moverse, aquí, captan el viento, la luz, el agua, la energía y la acústica del propio auditorio son la forma que da movimiento al propio edificio y lo vivifican.