Xstudio . photos: © David Rodríguez
Arenales is a central neighborhood of Las Palmas de Gran Canaria characterized by the presence of old houses. After decades of degradation, clearly marked by being the epicenter of the city´s illicit, the neighborhood is undergoing a progressive transformation, driven by the purchase of homes by private developers, which represents an opportunity to reclaim the place’s identity. House M is one of these examples of the preservation of “collective heritage,” which is not protected but whose main value lies in preserving the historical memory of the neighborhood, bearing witness to its historical and cultural context.
An old corner building, in an advanced state of deterioration, is being restored and expanded for living and working purposes. The ground floor, which once housed a bar, now accommodates a ceramic workshop that will contribute to the social revitalization of the neighborhood. The owner’s residence will be on the first floor.
The intervention favors an architecture that is approachable, honest, “handmade,” aiming to respond to the conditions of the place with its discourse, while also assuming budget limitations as another element of the context, which also invites a phased intervention. The existing structure is cleaned up and adapted through a minimalist exercise, laying the foundation for a regenerative process that will need to be extended over time. The raw and imperfect appearance of many surfaces is respected, preserving the traces of the period when the house was uninhabited. The workshop is equipped with the necessary facilities for its use, maintaining original floors and signage from the old bar, incorporating the layout of the new installations as an additional layer.
The building completes its apparent volume by inserting a visible metal skeleton, supported on the load-bearing walls of the existing structure, and a large central portico that is reconstructed by reinforcing the existing pillars. This new body is externally manifested as a rough, imperfect concrete shell, poured in small layers and formworked with carpets, assuming its appearance as a natural consequence of the project’s constraints.
Internally, the additions are lightweight to minimize the loads on the original structure. The exposed structure of metal profiles and composite slab floors is complemented by the use of thermoclay in partitions and enclosures, an unusual resource in the Canary Islands but chosen for its ability to create an interior landscape linked to the building’s new activity (ceramics) and its considerably lighter weight than the vibrated concrete block commonly used.
These operations shape a high pavilion for the public activities of the house, accessed by a hanging staircase and functioning as a transitional piece between the street and the more private áreas.
The insertion of a courtyard in the southeast corner of the building ensures proper lighting and cross ventilation, completing the formalization of this work with a vocation for epigenesis, just like the neighborhood in which it resides.
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Arquitectos: Xstudio
Cliente: Privado
Constructora: Zarymar Inver SL
Carpintería de madera: Carpintería Lomo el Marco
Fotografía – David Rodríguez
Arenales es un céntrico barrio de Las Palmas de Gran Canaria en el que predomina la presencia de antiguas casas terreras. Tras décadas de degradación, claramente marcada por ser epicentro de la prostitución y el tráfico de drogas de la ciudad, el barrio está experimentando una transformación progresiva, impulsada por la compra de viviendas por parte de promotores particulares, lo que supone una oportunidad para recuperar el carácter identitario del lugar. House M es uno de estos ejemplos de conservación del “patrimonio colectivo”, ese que no está protegido pero cuyo principal valor reside en la conservación de la memoria histórica del barrio, dejando testigo de su contexto histórico y cultural. Una antigua edificación en esquina, en avanzado estado de deterioro, se recupera y amplía para vivir y trabajar. En la planta baja, que albergó en su día un bar, se ubica ahora un taller de cerámica que contribuirá a la dinamización social del barrio. En la planta primera estará la vivienda de la propietaria del taller. La intervención apuesta por una arquitectura cercana, honesta, “hecha a mano”, que pretende responder con su discurso a las condiciones del lugar, asumiendo a su vez la limitación presupuestaria como un elemento más del contexto, que invita además a fasear la intervención. La preexistencia se sanea y se acondiciona mediante un ejercicio de mínimos, sentando las bases de un proceso regenerativo que se deberá prolongar en el tiempo. Se respeta el aspecto crudo e imperfecto de muchos paramentos, conservando la huella del periodo en el que la casa estuvo inhabitada. En el taller se habilitan las dependencias necesarias para su uso, manteniendo pavimentos, y cartelerías originales del antiguo bar, incorporando como capa añadida el trazado de las nuevas instalaciones. El edificio completa su volumen aparente mediante la inserción de un esqueleto metálico que se deja a la vista, apoyado sobre los muros de carga de la preexistencia, y un gran pórtico central que se reconstruye a partir del refuerzo de los pilares existentes. Este nuevo cuerpo se manifiesta exteriormente como una carcasa de hormigón áspero, imperfecto, vertido en pequeñas tongadas y encofrado con carpetos, que asume su apariencia como consecuencia natural de los condicionantes del proyecto. Interiormente, los añadidos son ligeros, a fin de minimizar las cargas sobre la obra original. La estructura vista de perfiles metálicos y forjados de chapa colaborante se completa con el uso de termoarcilla en tabiquerías y cerramientos, recurso poco habitual en Canarias, pero elegido por su capacidad para generar un paisaje interior vinculado con la nueva actividad del edificio (cerámica) y por su peso, considerablemente menor que el bloque de hormigón vibrado empleado normalmente. Estas operaciones dan forma a un pabellón de gran altura destinado al uso de las actividades públicas de la vivienda, al que se accede por medio de una escalera colgada y que funciona como pieza de transición entre la calle y las dependencias más privadas. La inserción de un patio en la esquina sureste de la pieza garantiza la correcta iluminación y ventilación cruzada, completando la formalización de esta obra con vocación de epigénesis, como el barrio en el que habita.