Telegrama, no tuit
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Así, los autores, aunque no parece que se den cuenta, no se quejan de que sus derechos sean violados, su obra siempre ha sido “robada”, ya sea de un modo legítimo institucionalizado -préstamos bibliotecarios- o informal -préstamos entre conocidos-. De lo que se quejan es de que ese robo les afecte económicamente, de que tenga un valor cuantificable.