Una tapia blanca, que remite a los muros encalados de la tradición andaluza, protege y alberga en su interior el parque arqueológico de Cártama. Tres grandes compluviums horadados en la cubierta iluminan las trazas de las diferentes etapas de la historia a través de las cuales Cartima se erigió como próspera ciudad ibero-romana: la 1ª época con los restos del santuario ibero, la 2ª época ibera con la terraza interior y la muralla sobre la que se levanta la 3ª época, con el foro de la ciudad romana y las huellas de la basílica, corazón de la vida pública. Es así un único gesto, un abrazo a la historia, el que resuelve con sencillez y rotundidad las exigencias del proyecto.
Se define un nuevo espacio público caracterizado por los cuidados pavimentos alrededor del sitio arqueológico, por la introducción de un graderío en la plaza de la Constitución, que aprovechando la pendiente favorable permite convertirse en foco de encuentro y convivencia ciudadana y lugar apto para pequeñas representaciones. También se resuelve la movilidad de todos los colectivos mediante la creación de un recorrido accesible, que enlaza la plaza de la Constitución con el acceso al recorrido expositivo. Y, por último, se crea un nuevo gran espacio público en la cubierta del nuevo museo convertida en un privilegiado mirador, situado a la misma cota que la parte alta de la calle Callejuela.
El nuevo edificio flota sobre el parque arqueológico, posándose con delicadeza sobre las áreas sin vestigios históricos. Se enfatiza así su carácter contemporáneo y su voluntad de no interferir en los restos históricos. La madera al exterior se pinta en blanco, al interior en un tono rojizo análogo al utilizado en el zócalo de la Iglesia de San Pedro Apóstol y en la Ermita de Nuestra Señora de los Remedios. El resto del edificio, una sombra bien aislada en verano y un refugio del viento y de la lluvia en invierno, no necesita de calefacción, minimizándose de forma significativamente su consumo energético.
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