Alberto Campo Baeza . photos: © Javier Callejas
On a marvelous place like a piece of earthly paradise, at Cádiz, we have built an infinite plane facing the infinite sea, the most radical house we have ever made. At the very edge of the waters of the Atlantic Ocean, where the sea unites the new and the old continent, emerges a stone platform. At the place where all the ships from the Mediterranean used to pass and still pass by as they head off into the Atlantic.
There we have erected a house as if it were a jetty facing out to sea. A house that is a podium crowned by an upper horizontal plane. On this resoundingly horizontal plane, bare and denuded, we face out to the distant horizon traced by the sea where the sun goes down. A horizontal plane on high built in stone, Roman travertine, as if it were sand, an infinite plane facing the infinite sea. Nothing more and nothing less.
To materialize this elevated horizontal plane, which is the main living room of the house, we built a large box with 20 meters of frontage and 36 meters deep. And under those first 12 meters we excavated two floors in the solid rock to develop the whole living space.
The Romans were there a handful of centuries ago. Bolonia, the ruins of the Roman fishing factories where they produced garum and built temples to their gods, is just a stone’s throw away. In their honor we have built our house, like an acropolis in stone, in roman travertine.
To give even greater force to the platform we incorporated all the terrain as far back as the entrance wall separating us from the street, also done in Roman travertine. Once inside the wall, the entrance to the house will be via a “trench” in the form of stairs dug into the upper surface of the platform.
A Greek poet said that this is a true temenos, a meeting-place, where according to mythology, humans and gods come together.
On the denuded stone platform, three walls surround us and protect us from the prevailing strong winds. Sometimes it is as if someone had opened the bag containing the winds of Aeolus. The same winds that drove on the vessel in which Ulysses made his journey home.
There is a lovely etching by Rembrandt from 1655, “Christ Presented before the People”, that has always fascinated me. In it, Rembrandt sketches a straight horizontal line. Perfectly straight and perfectly horizontal. It is the border of the powerful dais, the podium upon which the scene takes place. There, as Mies did so often, he has made the plane into a line. I am certain that Rembrandt and Mies would like our podium house, all podium, only podium. As would Adalberto Libera, who did the same thing when he built his Malaparte House in Capri. And we like it too. And when we look at our house from the beach, we will be reminded of all of them.
We wanted this house to be capable not only of making time stand still, but to remain in the minds and hearts of humankind. The house of the infinite.
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En un lugar maravilloso que es como un trozo de paraíso terrenal, en Cádiz, levantamos un plano infinito frente al mar infinito, la casa más radical que jamás hemos hecho. Al borde mismo de las aguas del Océano Atlántico, donde el mar une el nuevo y el viejo continente surge una plataforma de piedra. En el lugar por el que cruzaban y cruzan todas las naves que vienen del Mediterráneo a abismarse en el Atlántico. Allí hemos levantado una casa como si de un muelle frente al mar se tratara. Una casa que es un podio coronado por un plano horizontal superior. Sobre ese plano horizontal rotundo, despejado y desnudo, nos situamos frente al horizonte lejano que traza el mar por donde se pone el sol. Un plano horizontal en alto, construido en piedra, en travertino romano, como si fuera de arena, un plano infinito frente al mar infinito. Nada más y nada menos. Para materializar este plano horizontal elevado, que es la estancia principal de la casa, construimos una gran caja de 20 metros de frente y 36 metros de fondo. Y bajo los primeros 12 metros excavamos dos plantas en el sólido capaz de piedra para desarrollar todo el programa de la vivienda. Los romanos estuvieron allí hace un puñado de siglos. Bolonia, las ruinas de las factorías pesqueras romanas donde elaboraban el garum y levantaron algunos templos a sus dioses, está a la vuelta de la esquina. En su honor hemos construido nuestra casa, como una acrópolis en piedra, en travertino romano. Para que esa plataforma tenga más fuerza incorporamos todo el terreno hasta el muro de entrada que nos separa de la calle, también en travertino romano. La entrada a la casa, traspasado este muro, se hará “en trinchera” por unas escaleras excavadas en el plano de la plataforma. Un poeta griego, diría que éste es un verdadero temenos, el lugar donde, según la mitología, los dioses se encuentran con los hombres. Sobre la desnuda plataforma de piedra, tres muros nos guardan la espalda y los costados protegiéndonos del fuerte viento allí dominante. A veces pareciera que alguien allí abriera el odre de los vientos de Eolo. Los mismos vientos que empujaron la embarcación de Ulises en su nostos. Hay un precioso aguafuerte de Rembrandt de 1655, “Cristo presentado al pueblo”, que siempre me ha fascinado. Allí Rembrandt traza una línea recta, horizontal. Perfectamente recta y perfectamente horizontal. Es el borde del potente estrado, podio, sobre el que se desarrolla la escena. Allí, como Mies hiciera tantas veces, ha convertido el plano en línea. Estoy seguro de que a Rembrandt, y a Mies, esta nuestra casa podio, todo podio, sólo podio, les gustaría. Y a Adalberto Libera, pues eso fue lo que hizo cuando construyó la Casa Malaparte en Capri. Y a nosotros también. Y cuando desde la playa contemplemos nuestra casa, nos acordaremos de todos ellos. Querríamos que esta casa fuera capaz no sólo de detener el tiempo, sino además de permanecer en la memoria y en el corazón de los hombres. La casa del infinito.