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Rubiño García Márquez

Murillo cercano. Miradas cruzadas . Sevilla

Rubiño García Márquez Arquitectos . fotos: © Fernando Alda

La Hermandad de la Caridad de Sevilla, se remonta en sus inicios al S:XV (1456), teniendo como finalidad dar sepultura a los ajusticiados y a los ahogados en las frecuentes crecidas del rio Guadalquivir.
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En 1662, con la llegada del Venerable Hermano Mayor Miguel de Mañara, la Hermandad experimenta un notable impulso transformador renovando sus reglas, ampliando sus funciones y construyendo el Hospicio y la iglesia de San Jorge sobre naves de las Reales Atarazanas, donde se acoge a los necesitados y se practica la beneficencia, permaneciendo inmutable en sus ritos y ceremonias hasta la actualidad.
Especialmente sobrecogedor es el cortejo funerario, una escena que remite a los orígenes de la Institución. Transcurre en el interior de sus dependencias y constituye en sí misma un hecho artístico, una síntesis barroca mezcla de austeridad y solemne teatralidad. Un viaje en el tiempo que presenta en esencia, el fin último de la Hermandad.
En 1665 un Murillo maduro y reconocido, que ha desarrollado su prolífica carrera profesional en Sevilla, ingresa como hermano, recibiendo de su amigo Mañara el encargo de pintar una serie de lienzos que representen las Obras de Misericordia, mediante un ambicioso programa alegórico que escenifica pasajes bíblicos del Antiguo y el Nuevo Testamento.

A su conclusión, hacia 1670, las obras serán colgadas en la iglesia de San Jorge, anexa al Hospital. Expoliadas por las tropas napoleónicas en 1812, sólo permanecen en su emplazamiento dos, las más monumentales, estando el resto dispersas por museos de medio mundo, de San Petersburgo a Washington o Londres…
Mediante un convenio suscrito en 2016 entre el IAPH (Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía), la fundación bancaria “la Caixa” y la propia Hermandad, los dos inmensos cuadros, fueron conducidos a los talleres del IAPH en la Cartuja, para su restauración. Concluida ésta, y destacando entre las muchas muestras que conmemoran el IV Centenario del nacimiento de Murillo (2018), el retorno de los cuadros a La Caridad es aprovechado para mostrarlos en todo su esplendor antes de su recolocación en el emplazamiento original.
Moisés haciendo brotar el agua de la roca (Dar de beber al sediento)y La multiplicación de los panes y los peces (Dar de comer al hambriento), ambos de colosales dimensiones (580x240cm) se exhiben de una manera sin precedentes, a ras de suelo, a la altura de la vista, permitiendo apreciar sus matices compositivos y su extraordinaria luminosidad que contrasta con la penumbra imperante en la sala.

En 1676, el arquitecto Francisco Ruiz de Escalona construye la llamada “Sala de la Virgen”, -donde hoy se desarrolla la exposición- caracterizada por sus altos techos abovedados y una columnata central de doce vanos que dificulta la contemplación de las pinturas sin la interferencia de varias de sus once columnas.
La exposición se concibe como una experiencia sensorial que reconstruye el contexto cultural en el que se inscriben los lienzos. Una instalación, recreación de la atmósfera barroca en la que enmarcar la concepción de las obras, como una acción de autenticidad.
La idea que gestiona esta muestra es producir, en un juego abstracto de paralelismos, un proyecto específico para un lugar concreto, semejante al ideado por Murillo para la iglesia de La Caridad, en una translación abstracta. En el espacio físico de la “Sala de la Virgen”, usando sus proporciones, su escala y su espacialidad, optimizando sus valores y mitigando el impacto de los elementos que representan inconvenientes se organiza, mediante un radical giro diagonal, una secuencia dinámica, procesional y performativa, cuyo objetivo es el encuentro con los dos cuadros enfrentados.
Los muebles diseñados para abrigar ambos lienzos, contribuyen por su forma y tratamiento, a monumentalizar las pinturas. El uso del color oscuro “azul Caridad” en estos muebles, en sus puntas de diamante y en el cortinaje que unifica el espacio de la muestra, contrasta con la tersa planeidad de los lienzos, construyendo un ambiente de íntima emoción, que acentua su sobriedad mediante el empleo exclusivo del mobiliario histórico de la Hermandad, cedido de manera excepcional para esta exposición.
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Murillo cercano. Miradas cruzadas. Sevilla 2018