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Carlos Cachón

Telegrama, no tuit

No tenemos jueces ni juicios ni juzgados para nuestros actos cotidianos. Después de sentirse arbitrariamente menospreciado por sus vecinos, que reservaban a los demás una simpatía que a él le negaban, un día descubrió que se había equivocado. Bastó empezar a tratarlos para que le mostrasen su cordialidad. Nada se podía hacer ya con el silencioso rencor que había albergado. Los había sentenciado sin examinar pruebas, sin requerir alegaciones, porque en la vida diaria uno sólo respondía a indicios. Los sufrimientos a los que les habría gustado someterles no se podían borrar. Ni los que así a sí mismo se había provocado.

Carlos Cachón