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Solstice

takk . solstice (3)

takk . fotos: © José Hevia . + plataforma arquitectura

La arquitectura se ha asegurado tradicionalmente la tarea de organizar el espacio del hombre y su cultura. Siempre ha considerado que su principal objetivo era proteger al ser humano de su entorno amenazante a través de la construcción de un refugio que le asegurara protección frente a multitud de circunstancias, ya fueran estas condiciones climatológicas adversas, criaturas salvajes, o incluso posibles invasiones de pueblos desconocidos. Esto ha sido así siempre o al menos es lo que nos han hecho creer desde principios de la modernidad. La arquitectura se tornaba tanto más sofisticada y refinada cuanto más se alejaba de su entorno y se convertía en un elemento asilado y autosuficiente. No hay más que prestar atención a alguno de los grandes paradigmas del movimiento moderno con sus estructuras levantadas sobre el suelo, el trabajo con geometrías puras o la substitución de materiales que podríamos considerar naturales por materiales industriales.
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Pero no es difícil atisbar como este sentimiento que coloca en compartimentos estancos naturaleza y cultura, parece no tener vigencia en la actualidad. Diferentes motivos nos alertan de que las supuestas ventajas de un pensamiento abstracto, que busca definir la realidad para tener un mejor control sobre ella, son en sus últimas consecuencias una propuesta de matriz canibalizante. El pensador moderno no cayó en la cuenta que su cosmología antropocéntrica era en realidad también la base conceptual perfecta para el inicio de un ciclo de crecimiento socio-económico continuado pero olvidando que este debía desarrollarse sobre algo totalmente mensurable y limitado como es lo que llamamos entorno.

El miedo a las catástrofes naturales, el cambio climático, el agotamiento de los recursos naturales o las desigualdades sociales son algunas de las preocupaciones a las que nos enfrentamos hoy en día. Parece claro que seguir viviendo de espaldas a la “naturaleza” ya no tiene sentido. Pero no podemos olvidar que estos, pese a la paradoja que pueda representar, no son problemas “naturales”, sino más bien humanos. Es la sociedad tal y como la conocemos la que está en peligro y no la tierra.

En este proyecto proponemos la construcción de un lugar efímero donde poder celebrar el solsticio de verano a través de un reconexión socio-carnal con la naturaleza. Para ello trabajamos en dos acontecimientos de forma paralela, un espacio ritual, y la convocatoria de una fiesta-performance.

Espacio ritual: el espacio ritual se configura a través de una estructura que a modo de concha protege una zona donde poder reunirse alrededor de un fuego, elemento este tradicional que conmemora la festividad de San Juan así como elemento atávico de purificación y cambio de fase. La estructura, sostenida por un pórtico de tubos metálicos que permiten el acceso al espacio interior a través de sus diferentes lados, soporta una cúpula realizada mediante el escaneado tridimensional de un ostra natural modificada en su tamaño y color. La ostra marina, recogida en el mismo lugar donde posteriormente se implantará el espacio, simboliza la conexión perdida entre hombre y naturaleza, así como visualiza a aquellas comunidades que habitualmente no están representadas en los espacios de toma de decisión contemporáneos aparentemente democráticos.

Convocatoria de una fiesta-performance: el segundo acontecimiento del proyecto, y el más importante, es la celebración de una fiesta que conmemore el solsticio y su significado en el propio espacio ritual. Para ello el espacio se implantará en la costa durante la noche de San Juan, celebrando en su interior una performance festiva, convirtiendo así la estructura en un espacio de deseo y de relación interpersonal efímero.