GFA2 . Fernández-Abascal & Muruzábal . photos: © Luis Díaz Díaz
Adaptive reuse of the warehouses of Gamazo, the project provides new exhibition spaces for the Enaire Foundation in a prominent location on the former port of Santander.
The main building was conceived in 1901 by Jesús Grinda y Forner but substantially remodelled in the 1950s when the northern pavilion was added. Multiple alterations have occurred since then. In 2018, upon our arrival, the storehouse was substantially damaged. A restoration, and a cleansing exercise, set the basis of our intervention on the existing, eclectic and heterogeneous warehouse. A careful renovation informed by the building’s history accommodates the new exhibition requirements. Simultaneously, the project aims for a certain abstraction. Turning the building white merges its diverse materials—a milky, long building next to Oiza’s strident Festival Hall.
The principal gallery occupies the whole main bay, and the rest of the functional needs (foyer, services, toilets, offices, storage and a temporary gallery) are located in the annex construction that includes a new mezzanine that holds all programmatic demands. This allows for the creation of a 40m long, uninterrupted interior—a continuous space ready to host Enaire’s rich art collection. Our quiet intervention is kept to the bare minimum: a new roof with a long skylight, refurbished steel trusses, two internal openings, and four external holes—two doors and two big windows. This simple strategy gives the main gallery all the attention, letting it quietly shine. Further, it also creates a small plaza that acts as the antechamber for the gallery. A large canopy and a small square define the entrance. A long stone bench facing south, a cobblestone plaza, and two herbaceous beds with sculptures and a vertical garden create the public realm.
The nuanced intervention produces an abstracted exterior while housing a serene interior. The building’s apparently effortless, sanitised and bleached new image is constructed by a series of simple spatial interventions and accompanied by a seamless integration of services, lighting, and other functional and climate control requirements that transform the neglected warehouses into a contemporary art gallery. These punctual and explicit operations convert the existing industrial complex into a new cultural container for the city.
The building has been occupied in a very natural manner for another time in history, adapting its form, space and material to suit new functional demands. Originally a warehouse, later extended with a workshop, then an archive and office, and now, an art gallery, the structure has been prepared for what may come next. In the meantime, a generous cultural building has been opened to the public for Santander and its bay.
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Client: Fundación Enaire. Ministerio de Fomento
Budget: 1,8 M€
Surface: 1.000 m2
Location: Santander, Cantabria
Team: GFA2 and Fernández-Abascal & Muruzábal
GFA2: Gabriel Fernández-Abascal, Guillermo Fernández-Abascal
Fernández-Abascal & Muruzábal: Eduardo Fernández-Abascal, Floren Muruzábal
Complete credits
Architecture: Eduardo Fernández-Abascal, Floren Muruzabal, Gabriel Fernández-Abascal, Guillermo Fernández-Abascal
Collaborators competition phase: Evangelos Pournaras, Ana Paz
Images: Luis Díaz Díaz
Structure: Ángel Chamizo (Dynamis)
M&E: Juan Carcedo and César Jayo (Suma Ingeniería)
Lighting design: Intervento
Museology: María José Salazar
Archaeology: Pedro Resines del Río
Quantity surveying: Raquel Gómez and Francisco Santamaría (Gesatec)
Waste management: Eurocontrol
Project management: Santiago Durán
Construction company: Ascan, Rucecan (public realm)
Rehabilitación de las naves de Gamazo. El proyecto proporciona espacios expositivos para la Fundación Enaire en este privilegiado lugar situado en la bahía de Santander. El edificio existente era el resultado de una superposición de proyectos: la nave inicial de Jesús Grinda y Forner de 1901, la ampliación de la segunda nave, una transformación estilística realizada en los años 1950 y diversas reformas menores ejecutadas en los años posteriores. En 2018, cuando ganamos el concurso, las naves se encontraban abandonadas y bastante deterioradas. El proyecto consiste tanto en añadir un estrato más a esta superposición de intervenciones como en un ejercicio de limpieza sobre el conjunto ecléctico. Una renovación meticulosa que interpreta las trazas históricas del edificio para transformarlo en una galería de arte. Al mismo tiempo, la intervención busca una cierta abstracción. Un blanqueamiento unifica los diferentes materiales del complejo heterogéneo transformándolo en un edificio neutro junto al estridente Palacio de Festivales de Oiza. Se recupera el espacio interior de las naves, especialmente el de la nave antigua, conservando sus proporciones, su característica estructura metálica y su luz cenital. Se mantiene la volumetría general, con intervenciones sutiles sobre su fachada que sugieren los cambios programáticos introducidos. De este modo, la galería principal ocupa toda la nave original y el resto de necesidades funcionales (vestíbulo, baños, oficina, aulas, instalaciones, almacén y galería temporal) se colocan en la construcción anexa, que incluye una nueva entreplanta con un espacio polivalente. Esta estrategia permite liberar la nave principal generando un interior ininterrumpido de 40 metros de largo, un espacio continuo preparado para exhibir la magnífica colección de arte de la Fundación Enaire. Nuestra silenciosa intervención se reduce casi al mínimo. Se construye una cubierta nueva con un lucernario continuo, se rehabilitan todas las cerchas de acero, se abren dos huecos en el interior y otros cuatro en el exterior: dos puertas y dos ventanas grandes. Esta táctica directa le da a la galería principal toda la atención dejándola brillar con su nueva atmósfera museística. Además, nos permite crear una pequeña plaza que actúa como antesala de la galería. Una gran marquesina define la entrada. Un largo banco de piedra orientado al sur, una plaza de adoquines portugueses, dos parterres herbáceos con esculturas y un jardín vertical, definen el espacio público. La propuesta genera un exterior abstracto mientras alberga un interior sereno. La imagen blanquecina, y aparentemente sin esfuerzo, se construye mediante una serie de intervenciones espaciales sencillas y se complementa a través una integración exhaustiva de las instalaciones, la iluminación y otros requisitos funcionales y de control climático que transforman los antiguos almacenes en una galería de arte contemporáneo. Estas operaciones puntuales y explícitas convierten el complejo industrial existente en un nuevo contenedor cultural. En este sentido, el edificio ha sido ocupado de manera natural para otro momento de la historia, adaptando su forma, espacio y materiales a las nuevas exigencias funcionales. Originalmente un almacén portuario, posteriormente ampliado con un taller, años más tarde un archivo y oficina, y ahora, una galería de arte. El complejo se ha preparado para lo que vendrá en el futuro. Mientras tanto, las naves se han abierto al público, Santander y su bahía cuentan con un nuevo edificio expositivo.