1

Ariella Aïsha Azoulay

Unshowable Photographs – Many Ways not to Say Deportation

Ariella Aïsha Azoulay. Unshowable Photographs – Many Ways not to Say Deportation afasia (1)

+ Fundació Antoni Tàpies

A group of photographs taken in Palestine between 1947 and 1950 that I viewed at the CICR archive in Geneva in 2009 belong to this category. They are accessible to the public but in order to show them, one needs the permission of CICR, and such permission depends on the CICR’s approval of any text that an archive user might write to accompany the photographs. These photographs were taken during the mass expulsion of Palestinians from Palestine. Since I was not allowed to show the photographs with my annotations, I relied on my memory of them to produce ‘unshowable photographs’ that I could share with others. I could draw them as they were already imprinted on my memory, and could do so because the photographs were unshowable but not inaccessible.
Ariella Aïsha Azoulay
_

Ariella Aïsha Azoulay Fotografías de lo inmostrable
https://fundaciotapies.org/wp-content/uploads/2019/09/Fotografias-de-lo-inmostrable.pdf
_

Toda vez que la fotografía se entiende –como propuse en The Civil Contract of Photography–1 como un encuentro en el que varios protagonistas están implicados, necesariamente se desprende una serie de distinciones teóricas y prácticas.
Permítanme presentar brevemente una de estas distinciones, una que se encuentra en el corazón de mi investigación actual sobre fotografía y derechos humanos, y que surgió de mi interés en la reconstrucción del régimen israelí a través  de la fotografía.2 Quiero con- centrarme en la distinción entre la fotografía como el producto del acto de fotografiar y la fotografía como un suceso de carácter particular. La fotografía como un acto puede tener lugar a través de la mediación de la cámara o a través del fotógrafo. Mientras que el vínculo entre estos dos tipos de sucesos es complejo e irregular, establecer una hipótesis acerca de su existencia es extremadamente útil en situaciones donde son necesarias, precisamente, las fotografías.
Cuando empecé a utilizar estas distinciones en la construcción de archivos fotográficos, sus implicaciones más importantes se hicieron manifiestas.3
Una de estas implicaciones puede ser ilustrada por la categoría de “fotografías no-tomadas”, que recoge un acto fotográfico en el que la presencia de la cámara ha tenido lugar en lo real o imaginario, pero ningún rastro de ese acto ha sido grabado mediante un soporte fotográfico. Mi suposición es que la presunta presencia de una cámara basta para crear un acto fotográfico.4 En el continuum que se halla entre la fotografía no-tomada y la fotografía impresa, podríamos encontrar una categoría más familiar –la fotografía “inaccesible”–, así como otra categoría, demostrada por la serie de dibujos que se reproducen a continuación: la fotografía “inmostrable”.5 Se sabe que algunas fotografías pueden ser accesibles, pero inmostrables, es decir, que quienes tienen acceso a las fotografías pueden verlas sin que se les permita mostrarlas a los demás, en público. En estos casos las fotografías se encuentran “desaparecidas”, creando un agujero en nuestra capacidad para reconstruir aquello de lo que nosotros mismos somos parte. Este hecho no debe ser ni ignorado ni olvidado, sino que debe ser más estudiado y elaborado.
Existe un conjunto de foto- grafías tomadas en Palestina entre 1947 y 1950, que vi en el archivo del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) de Ginebra en 2009, y que son accesibles para el público. Pero para mostrar- las, es necesario obtener el permiso del CICR. El permiso depende de la aprobación del CICR de cualquier texto que un usuario del archivo pueda escribir para acompañar las fotografías. Al controlar la manera en que se describen las fotografías para el público, los centinelas del archivo parecen estar autorizados para denegar a los ciudadanos el derecho de leer libremente su historia, mostrarla a los demás, reinterpretarla, compartirla e imaginar un futuro distinto. Con este abuso de poder, el archivo traiciona su propia vocación como institución pública y como depósito de documentos pertenecientes al público, por el simple hecho de que tales documentos se refieren a la vida e historia de muchos individuos. Debido a que insistí en mi derecho a describir las fotografías de una manera civilizada que suspende el paradigma nacional de las “dos partes” –a saber, los israelíes y los palestinos–, no conseguí estar autorizada para mostrarlas públicamente. Por lo tanto, les puse título, permitiéndoles existir más allá de mi propia memoria de ellas. Dado que las fotografías eran inmostrables pero no inaccesibles, pude dibujarlas y mostrar sus sustitutos.
Los títulos oficiales dados a las fotografías por el CICR forman parte de la violencia constituyente que describo en los textos que acompañan las fotografías y que el archivo me impide mostrar públicamente. Walter Benjamin se refiere a esto como la violencia constituyente, la violencia que constituye un nuevo estado de las cosas como ley.6 Este tipo de violencia estableció a Israel como un Estado judío, desarraigando a 750.000 palestinos de sus hogares entre 1948 y 1950, y a la vez transformó el desarraigo en un asunto administrativo que tenía por objetivo pre- servar las zonas étnicamente limpias. Los centinelas del archivo CICR que no aprobaron mi lectura de las fotografías no fueron autorizados para censurar mi texto, pero buscaron obstaculizar mi interpretación negándome el derecho a mostrar pública- mente los documentos foto- gráficos como el material en que basé mi investigación.
En términos generales, esas fotografías que se han hecho “inaccesibles”, “in- mostrables” e incluso “no-tomadas” por los centinelas del archivo,7 son solo un producto específico del acto fotográfico en el cual se produjeron. Algunos actos foto- gráficos pueden ser reconstruidos a partir de testimonios orales, como se hace en el caso de las imágenes de tortura.8 En otras ocasiones, como intento mostrar aquí, el acto fotográfico puede ser reconstruido de manera tal que atestigüe la existencia de fotografías, sin importar que estas sean inaccesibles o inmostrables.
Gracias a documentos que leí antes de mi visita al CICR, sabía que los representantes de esa organización habían estado presentes en Palestina durante la masacre, expulsión y destrucción que tuvo lugar entre 1947 y 1950. Yo esperaba, pues, encontrar en ese archivo foto- grafías del tipo que no había podido ver en los archivos sionistas.
Para mi gran sorpresa, solo me mostraron seiscientas fotografías tomadas durante los cuatro años que tuvo lugar la transformación de Palestina en Israel.9
La mayoría de ellas se hicieron, al parecer, en lugares y tiempos diferentes de aquellos en los que ocurrieron realmente los sucesos catastróficos en Palestina.
Cuando pregunté por qué la CICR poseía tan pocas fotografías relevantes, considerando el número de lugares que la Cruz Roja había frecuentado en aquel momento, los trabajadores del archivo me dijeron que aquellas imágenes eran todas las que tenían y destacaron que la Cruz Roja es una organización “neutral”. No entendí si eso significaba que no habían adoptado una posición con respecto a las fotografías y, por lo tanto, no debía sospechar que habían ocultado material al público, o bien que esa neutralidad se refería a las fotografías mis- mas y aquello que había visto en ellas, y, por eso mismo, no encontraría fotografías que no fueran neutrales. (No hablé con el personal sobre el significado del concepto “neutralidad” y su carácter específico en la Cruz Roja.) Después de mi primera decepción, vi las fotografías otra vez y seleccioné varias docenas. Luego seleccioné veinticinco fotografías y las dividí en tres grupos.
En el primer grupo coloqué fotografías que, según los títulos del archivo, habían sido tomadas en Kfar Yona, un asentamiento agrícola judío fundado en la década de 1920. Este grupo de
fotografías me atrajo de inmediato, pues reconocí los rostros de muchas de las personas fotografiadas –no de manera personal, sino más bien como “conocidos de archivo” que había visto en fotografías de los Archivos del Estado Israelí que recolecté para un archivo que creé, llamado Violencia Constituyente 1947–1950.10 Los ángulos representados eran diferentes en las fotografías del CICR, pero el lugar, el acontecimiento y las personas eran las mismas.
Mi curiosidad se despertó especialmente por las características de los títulos dados por el CICR, que describían una realidad diferente de la que yo conocía gracias a la literatura historiográfica de aquella época y de lo que había reconstruido a partir de las fotografías que conocía, así como de los títulos que acompañaban las fotografías de este mismo acontecimiento en los Archivos del Estado de Israel. La primera discrepancia que aprecié en los títulos del CICR sobre las fotografías de Kfar Yona era su uso del concepto de “repatriación” con respecto a las mujeres, niños y ancianos expulsados de Fureidis (en Palestina) a Transjordania, después de haber sido expulsados de Tantura (en Palestina) hacia Fureidis varios meses antes.
Me desconcertaron también otras calificaciones, aun- que no tan descabelladas, tales como calificar a la ciudad Palestina de Ramla de “zona judía” y la facilidad con la que conceptos de separación étnica servían para crear y fundamentar una realidad que había sido violentamente impuesta a los habitantes. La terminología militar utilizada en los títulos del CICR, a través de frases como “Una zona supervisada por las fuerzas árabes”, articula una división de la región en dos partes, que rápidamente borró el entremezclado y complejo espacio geocultural, que hasta poco antes de 1947 había comprendido unas relaciones sociales y comerciales entre judíos y palestinos; los huertos, las arboledas frutales, áreas comerciales, centros culturales y los mercados. El lenguaje suena oficial, familiar, pero aun así extraño y vio- lento en relación con lo que sucedió en Palestina durante la década de 1940.
Me tomó un tiempo darme cuenta de que las categorías que les habían servido a los representantes de la Cruz Roja –tales como “repatriación” para describir la transferencia de las mujeres palestinas a Transjordania– eran parte de una jerga política europea que surgió durante las dos guerras mundiales y en la reubicación extendida y sistemática de la población en Europa después de la Segunda Guerra Mundial. La neutralidad que esta jerga, utilizada por organizaciones internacionales, pretende expresar realmente reconoce y santifica únicamente el poder soberano de los Estados- nación en los que estas organizaciones supuestamente no interfieren.11 El problema con este lenguaje no radica en el cambio de categorías de una realidad política a otra, sino más bien en su abrupta y violenta aplicación a una realidad en la cual estas categorías, al dividir lo que hay en común a través de las fronteras nacionales, se convirtieron en los huesos principales de la discordia. La mayoría árabe que vivía en Palestina en la década de 1940 se opuso a la partición. Muchos de los actores internacionales que participaron y apoyaron el plan de partición, eventualmente se retractaron –incluyendo, por ejemplo, los gobiernos británico y estadounidense–, pues se dieron cuenta de que si se aplicaba, conduciría irremediablemente al derramamiento de sangre.12 Se dice habitualmente que los judíos adoptaron completamente el Plan de Partición de las Naciones Unidas para Palestina. Sin embargo, incluso a falta de datos (los cuales nunca se han recolectado) que documenten el grado de apoyo al plan de partición entre los judíos, hay suficientes datos para afirmar que no todos los judíos que vivían en Palestina, y apoyaban la idea de un hogar nacional para los judíos, estaban a favor de la partición o de la separación y limpieza étnica que inevitablemente se desataría.13
Fueron de gran importancia los múltiples esfuerzos de colaboración entre judíos y palestinos en este periodo para firmar pactos civiles e intercambiar mutuas promesas a fin de evitar la violencia.14
Un día después de la declaración del Plan de Partición de las Naciones Unidas para Palestina, en noviembre de 1947, los poderes militares y políticos de la comunidad judía en Palestina comenzaron una movilización militar masiva para una guerra presentada como vital para la supervivencia, pero que, de hecho, era diseñada para cambiar las fronteras establecidas por el plan de partición, así como la composición de la población. Muy pronto, el poder judío se condujo como un Estado soberano, y fue reconocido como tal por representantes de la comunidad internacional que visitaron Palestina en numerosas áreas, así como por representantes del Mandato Británico, que, absteniéndose de intervenir, eludieron su responsabilidad con la población local. La intervención militar de varios Estados en apoyo de la población árabe, expulsada masivamente de su tierra, exacerbó todavía más la concepción de la nueva realidad: a raíz de los sucesos de Palestina estalló un conflicto entre Estados que debía solucionarse. La violenta limpieza étnica – expulsión de cientos de miles de pales- tinos– perpetrada con el fin de crear una mayoría judía en Palestina en apoyo de la declaración del Estado de Israel, se logró gracias a la ayuda de una “violenta” neutralidad derivada del pacto entre las naciones que convenían solo con representantes oficiales de reconocidas facciones y como posibles socios para tratados. Por lo tanto, al cabo de varios meses, la población palestina local poco a poco se apartó del espacio político y la realidad se dispuso como un conflicto bipartidista en el que los palestinos no ocupaban un lado sino que, más bien, eran un obstáculo que debía ser eliminado a fin de resolver el conflicto.
Una fotografía del archivo de la Cruz Roja, tomada en Al Qubab en noviembre de 1948, ilustra esta realidad política. Las casas del fondo ya hacía tiempo que habían sido vaciadas: el pueblo fue conquistado en junio de 1948, sus habitantes, desplazados y la mayor parte de las casas demolidas en el asentamiento de Ben Gurión en septiembre de 1948. La negociación llevada a cabo por “soldados judíos y árabes”, según consta en estas fotografías, no fue realizada por personas nativas judías y palestinas. Más bien, tuvo lugar entre soldados que representan a la nueva soberanía judía del país y soldados de la Legión Jordana. En esta realidad donde la soberanía se logró a través de la deportación violenta, términos tales como “transbordamiento” –el paso entre fronteras– o “repatriación” no son neutrales. Estos representan el lenguaje del poder soberano que impone su violencia como ley y recibe el reconocimiento internacional.
Tal reconstrucción, así como la lectura de las fotografías, se lleva a cabo desde una perspectiva civil que bus- ca suspender y contrarrestar los efectos del régimen en el archivo, en este caso particular, la preservación y reproducción de prácticas cuyo objetivo es la limpieza del aparato político o de la población gobernada. En las fotografías que encontré en  el archivo del CICR, no había nada particularmente diferente de lo que había visto en otros lugares. Nada me provocó una sensación diferente en comparación de lo que ya se ha visto sobre el mismo periodo. Denotar estas fotografías como “inmostrables” no es ningún acto de censura de un material escandaloso. Se trata de un acto fotográfico impulsado por el discurso civil que se opone a las categorías fundamentales del poder soberano y que se niega a encarnar en el espectador la posición establecida por los archivos; relacionada a esas imágenes como documentos de los acontecimientos pasa- dos. Las operaciones registradas por estas fotografías, así como el lenguaje político utilizado en las descripciones realizadas por el CICR, operan como un vínculo nacional implementado a través del tiempo y cuentan con el apoyo de la comunidad internacional.
Lo que estamos atendiendo aquí no es una decisión sobe- rana pasada que abandona la vida de los palestinos, manifiesta como un documento histórico de archivo, sino un suceso presente y continuo que nos implica a nosotros como ciudadanos-espectado- res. Nos amenaza con hacer- nos cómplices, colaboradores unidos con el poder soberano que administra a las poblaciones contra su voluntad a lo largo de las líneas nacionales. Los títulos de soberanía –nacional e internacional– en los archivos son manifestaciones de la violencia constituyente. Los títulos de las fotografías, hay que recordarlo siempre, no hablan por sí mismos.
Necesitan de nosotros, lectores y espectadores. Si no defendemos nuestra responsabilidad como ciudadanos –no como ciudadanos de un Estado, sino como ciudadanos que comparten un mundo con los demás–, cuando participamos en el acto de la fotografía, preservamos la ley que logró instaurarse por la violencia constituyente.
Al contrarrestar la violencia que transformó la historia en un hecho consumado, y por lo tanto limpiar la limpieza étnica en sí, la reconstrucción de las fotografías contrario al pacto firmado por ellos en el archivo, restaura la potencialidad del archivo. Así se genera lo que Walter Benjamin llama “la incompletitud” de la historia,15 el potencial de una población mixta de limitar el poder de la soberanía nacional. Cuestiona la iniciativa internacional, el apoyo y el reconocimiento de la partición nacional.

1.	Ariella Azoulay, The Civil Contract of Photography (Nueva York: Zone Books, 2008).
2.	Véase, por ejemplo, mi From Palestine to Israel: A Photographic Record of Destruction and State Formation, 1947- 1950 (Londres: Pluto Press, 2011);
es la traducción al inglés de mi libro Constituent Violence 1947-1950 (Tel Aviv: Resling, 2009).
3.	Un segundo archivo que he creado, Act of State 1967-2007, está compuesto por setecientas treinta fotografías. Este archivo se encuentra publicado en italia- no como Atto di Stato Palestina- Israele, 1967-2007: Storia fotografica dell’occupazione, ed. Maria Nadotti (Milán: Bruno Mondadori, 2008).
4.	Véase la exposición que comisarié Untaken Photographs, ganadora del concurso Igor Zabel, Museo de Arte Moderno, Ljubljana, abril-mayo de 2010.
5.	Los dibujos se mostrarán en la trienal de París, La Triennale: Intense Proximity, comisariada por Okwui Enwezor, 19
de abril-26 de agosto, 2012.
6.	Walter Benjamin, “Critique of Violence”, en Reflections: Essays, Aphorisms, Autobiographical Writings, ed. Peter Demetz, trad. Edmund Jephcott (Nueva York: Harcourt Brace Jovanovich, 1978).
7.	Cuando busqué fotografías de viola- ciones entre 1947 y 1950 parecía que no se había realizado ninguna. Sólo des- pués tuve la oportunidad de reconstruir algunas fotografías no tomadas desde las fotografías existentes y en las que la violación era invisible. Véase el último capítulo de mi libro Civil Imagination–A Political Ontology of Photography (Londres: Verso, 2012).
8.	Véase, por ejemplo, la reconstrucción fotográfica de modos de tortura: B’Tselem (Centro Israelí de Información para los Derechos Humanos en los Territorios Ocupados), “Detainees and prisoners”, http://www.btselem.org/ photos/, fotografías 3555, 2627, 2635.
9.	Busqué especialmente fotografías de expulsados, pero las que me mos- traron presentaban en su mayoría a los palestinos como refugiados, como si la
violencia no hubiera sido necesaria para llevarles a ese estado. Los palestinos fueron fotografiados en su nueva mora- da, en los campos de refugiados fuera de los confines del Estado de Israel. Ya que mi interés principal se enfocaba en el régimen israelí y su modo de actuar, opté por no utilizar esas fotografías.
10.	Este archivo ha sido publicado recientemente como libro en inglés. Véase la nota 2.
11.	Véase el análisis de Hannah Arendt sobre los millones de refugiados que inundaron Europa en la primera mitad del siglo XX, como resultado de la toma de los Estados por las naciones –en parte, debido a los tratados entre Estados soberanos que querían librarse de minorías extranjeras–, en Hannah Arendt, The Origins of Totalitarianism (Nueva York: Harcourt Brace, 1975).
12.	Para más información sobre la imposición del paradigma de los dos lados a través de la categoría de guerra, véase Ariella Azoulay, “Declaring the State of Israel: Declaring a State of War”, Critical Inquiry 37, núm. 2 (inverno 2011), 265-285.
13.	Véase, por ejemplo, J. L. Magnes, Palestine–Divided or United? (Westport, CT: Greenwood Press, 1947, reimpreso en 1983).
14.	Potential History fue mostrada por primera vez en 10x10: Nineteen
forty-eight, BWA Wroclaw–Galleries of Contemporary Art, Polonia, septiembre de 2011. Una edición ampliada
se mostró en el Centro Israelí de Arte Digital, Holon, Israel, y en Stuk Artefact, Lovaina, en mayo de 2012.
15.	Véase Walter Benjamin, “On the Concept of History”, trad. Harry Zohn, en Selected Writings, vol. 4: 1938–1940 (Cambridge, Massachussets: Belknap Press of Harvard University Press, 2003).

Comments are closed.