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House A . Valencia

rellam . photos: © Germán Cabo

In Benimaclet, just like in many other peripheral neighborhoods of València, two urban models collide. In the center, a combination of narrow streets and townhouses remind us of the origins of the district as an independent village. Surrounding this core, a dense crust made of modest housing blocks that were hastily built in the 1960s and 1970s to relieve the demographic pressure experienced by the city during Francoism.

House A stands on the contact area between these two models, where houses and multi-storey buildings mix and crash. The city qualifies this area as an ‘Expansion of historic center’, an ambiguous definition that tries to reconcile the tensions that stem from the mix. On the one hand, it allows the construction of multi-storey housing blocks. On the other, it enforces a number of spatial and aesthetic conditions –heights, window proportions, or finishes– borrowed from the townhouses nearby, thus promoting a difficult hybrid that extends the image of the village but preserves the profitability of the city.

The spaces of House A follow the regulations to the letter: an ensemble of small but tall rooms, just like the ones that host the villagers. However, their construction deviates from this model. Concrete blocks and slabs, brick facades and ceramic tile floors produce a modest palette that pays attention to the anonymous buildings in the district.
The blunt display of these components on the inside can be read as an attempt to materialize this two-sided context, even if, in reality, it is a matter of economy and adaptability. Once they start to live the house, the owners will decide on the preservation of this particular version of the agreement between the village and the city.
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Al igual que sucede con otros distritos periféricos de València, en Benimaclet se encuentran bruscamente dos modelos de lo urbano. En su núcleo, un conjunto protegido de calles estrechas y casas de pueblo que nos recuerdan su origen como alquería musulmana en la huerta norte de la ciudad. Alrededor, una densa corteza de edificios humildes que se levantaron para dar respuesta a la presión demográfica que acompañó las migraciones del campo a la ciudad en las primeras décadas del franquismo.

La Casa A se localiza en la zona de contacto entre ambos modelos, donde se juntan y se mezclan edificios residenciales gran tamaño con algunas casas de principios del siglo pasado. La normativa urbana de la ciudad califica esta zona como ‘Ensanche de núcleo histórico’, una calificación ambivalente que busca resolver las tensiones que se dan en este encuentro. De un lado, permite la construcción de edificios plurifamiliares de varias alturas. Del otro, impone unas condiciones espaciales y estéticas (alturas de cornisa, fondo, acabados, etc.) que se corresponden con las del núcleo cercano, fomentando una suerte de híbrido imposible que consolida la imagen del pueblo al tiempo que despliega los rendimientos económicos de la ciudad.

Los espacios de la Casa A siguen estrictamente las directrices de la normativa; un conjunto de habitaciones de reducida dimensión pero de gran altura, como los de las casas del núcleo histórico. Sin embargo, su construcción no reproduce la imagen que se asocia al pueblo. Muros de bloque, forjados de hormigón, fachadas de fábrica y suelos de rasilla componen una paleta que responde a la economía humilde del proyecto, similar a la de los edificios anónimos y menos valorados de su alrededor. La exhibición de estos materiales en el interior de la casa se debe sobre todo a una cuestión de adaptación, y no tanto a la construcción de esta imagen de dos caras. Una vez vivida, serán los promotores quienes decidirán si conservar esta versión compuesta del encuentro entre casa y ciudad, o si transformarla en otra más cercana a la idea que se tiene de Benimaclet como pueblo en la ciudad.