Telegrama, no tuit
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Los mismos que acusan de arrogantes a sus compañeros y exigen una regeneración de la profesión, un regreso a los orígenes, a las construcciones modestas, cuando se ven amenazados por el liberalismo salvaje que pretende despojarles de sus competencias, claman al grito de: ¿arquitectura sin arquitectos? Están de acuerdo en que la arquitectura vuelve a la gente, pero no en que técnicos menos cualificados los sustituyan, que esas obras despojadas de pretensiones sean llevadas a cabo por profesionales con menos pretensiones que las suyas.