Barozzi Veiga . photos: © Simon Menges
The Design District on the Greenwich Peninsula is a one-hectare riverside site with 16 new buildings that will provide an affordable base for creative businesses to trade, interact and grow. Eight emerging architectural practices from across Europe were each given a pair of buildings and asked to work blind, without knowing what the others were designed. The result is a provocative diversity of color and form in a new neighbourhood devoted to design, art, tech, craft, and music. In this kind of undefined and evolving context, devoid of urban references, the project defines two very pragmatic buildings – industrial containers that maximize the flexibility of the interior and explore the use of basic construction systems. The project plays with the imagination of an artist’s studio, emphasizing the use of light in a workspace defined by large windows, double-height rooms, and certain raw materiality.
A1, located at the entrance, has a mirror-polish appearance that invites visitors from near and far, while D4, with its slim black facade, joins the activities of the central square. The appearance of the two volumes expresses the idea of creating a single project made up of a pair of figures, chromatically opposed, but in dialogue with each other. The chromatic differences provide two moments along the path through the district while evidently stemming from a unitary design logic.
The reflective materiality dissolves the buildings into the future context and makes them participate in the life of the neighbourhood, absorbing and reflecting the light and colours of the surrounding environment as they change with the passage of the day and the seasons.
As a whole, the design echoes the industrial history of the area and the charm of some iconic twentieth-century references while generating an abstract backdrop to the urban life of the Design District.
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El Design District en la península de Greenwich es un sitio de una hectárea junto al río con 16 nuevos edificios que proporcionarán una base asequible para que las empresas creativas comercien, interactúen y crezcan. Ocho prácticas arquitectónicas emergentes de toda Europa recibieron cada una un par de edificios y se les pidió que trabajaran a ciegas, sin saber qué estaban diseñando los demás. El resultado es una provocativa diversidad de colores y formas en un nuevo barrio dedicado al diseño, el arte, la tecnología, la artesanía y la música. En este tipo de contexto indefinido y en evolución, desprovisto de referencias urbanas, el proyecto define dos edificios muy pragmáticos: contenedores industriales que maximizan la flexibilidad del interior y exploran el uso de sistemas básicos de construcción. El proyecto juega con el imaginario del estudio de un artista, enfatizando el uso de la luz en un espacio de trabajo definido por grandes ventanales, salas de doble altura y cierta materialidad en bruto. A1, ubicado en la entrada, tiene una apariencia pulida como un espejo que invita a visitantes de cerca y de lejos, mientras que D4, con su delgada fachada negra, se une a las actividades de la plaza central. La aparición de los dos volúmenes expresa la idea de crear un único proyecto formado por un par de figuras, cromáticamente opuestas, pero en diálogo entre sí. Las diferencias cromáticas aportan dos momentos a lo largo del recorrido por el barrio que evidentemente parten de una lógica proyectual unitaria. Guarda esta imagen en tus favoritos© Simon Menges© Simon Menges La materialidad reflectante disuelve los edificios en el contexto futuro y los hace partícipes de la vida del barrio, absorbiendo y reflejando la luz y los colores del entorno circundante a medida que cambian con el paso del día y las estaciones. En su conjunto, el diseño hace eco de la historia industrial de la zona y el encanto de algunas referencias icónicas del siglo XX al tiempo que genera un telón de fondo abstracto para la vida urbana del Design District.