Aitana San José Aguilera
Ante la desaparición (debido a la especulación de terrenos y falta de protección) de las chimeneas industriales de ladrillo que redibujaron el perfil urbano de toda Europa desde finales del S. XVIII se propone un Éxodo. Para el transporte en tren de las 77 chimeneas encontradas en la ciudad de Oporto, se refuerzan en su interior con camisas de hormigón. Se reutilizará este mismo sistema en el nuevo edificio para la puesta en carga de las chimeneas utilizando tan sólo tres elementos constructivos: los anillos (asumen las cargas de peso propio), los nervios (transmisores de las cargas) y las camisas (el refuerzo interior).
Al agrupar todas ellas en un terreno idóneo entre bodegas y vías de tren muertas, éstas, gracias a sus peculiaridades arquitectónicas, su identidad, y la nueva estructura en la que ellas mismas son protagonistas consiguen crear un nuevo monumento reflejo de lo que fueron, manteniendo su legado industrial presente y con ella la historia de la ciudad.
En esta nueva máquina gótica postindustrial se invierten los órdenes estructurales clásicos, con tan sólo 12 apoyos en la base, transmitiendo las cargas mediante esos nervios vistos de hormigón armado tan característicos.
En la planta baja libre, los usos son arropados bajo ellas a medida que se asciende en ese bosque de chimeneas cada vez más denso. Los haces de luz encajados entre sus robustas bases nos invitan al ascenso; bajo chimeneas suspendidas permiten los usos a la vez que una experiencia inédita y cercana de estos gigantes; llegando así al mar de chimeneas sobre el río Duero, generando, además de una nueva mirada, un nuevo paisaje antes imposible, dejando atrás ese recuerdo de abandono y dotando a la ciudad de un nuevo monumento, su legado.
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